Dando vida a los suelos

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)1, las prácticas agrícolas no sostenibles y la sobreexplotación de los recursos naturales están generando presión sobre los suelos, lo que ha resultado en que una tercera parte de la tierra ya esté degradada, y los expertos calculan que la erosión del suelo podría conllevar una reducción del 10 % en la producción de cultivos de aquí a 2050.

USAID, World Vision y la Fundación para el Desarrollo Integral (FUDI), mediante la implementación del Proyecto Puentes, ofrecen el Diplomado en Agricultura bajo Condiciones Protegidas, donde los participantes descubren métodos de producción tecnificados y responsables con el medio ambiente mientras desarrollan habilidades empresariales y productivas que se traducen a medios de generación de ingresos. El Diplomado se ofrece en tres Escuelas Agrícolas, ubicadas en puntos estratégicos dentro del área de intervención, donde los participantes pueden realizar sus prácticas. Esto funciona en parte como una respuesta ante la problemática apremiante de la degradación de los suelos, haciendo accesibles para los jóvenes las tecnologías que permitan un correcto manejo de los recursos, buscando alternativas para la regeneración de los suelos y permitiendo ambientes que promuevan la investigación y experimentación.

Fernanda Sosa es una jóven de 24 años de edad de San Cristóbal Totonicapán, Totonicapán, que atiende a la Escuela Agrícola de Salcajá, Quetzaltenango. Como todos los participantes del proyecto, ella recibió acompañamiento para diseñar un plan de vida, en el que se trazó las metas de continuar con sus estudios universitarios. Ella ahora está en las últimas fases en la carrera de Ingeniería Agronómica en Sistemas de Producción Agrícola y como complemento a su formación también decidió cursar el Diplomado en Agricultura bajo Condiciones Protegidas: “En la Universidad recibimos más teoría, pero en el Diplomado tenemos la oportunidad de hacer prácticas. También pude incursionar en el área de agricultura bajo condiciones protegidas en cuatro cultivos distintos, en la universidad solo miramos técnicas de producción en suelo abierto.”

Como parte de su tesis universitaria, Fernanda actualmente está desarrollando una investigación sobre microorganismos de montaña, cuya explicación es mejor dejarla a ella como experta: “los microorganismos de montaña es una tecnología implementada desde hace años, pero aquí en Guatemala todavía no es muy conocida. Son colonias de hongos, levaduras y bacterias que se encuentran de forma natural en los bosques. Su función es la de regular ciertos procesos, por ejemplo, si en un bosque cae una rama, estos microorganismos se encargan de degradarla y convertirla en nutriente disponible para los árboles”.

Las técnicas de producción convencionales utilizan agroquímicos, fertilizantes minerales y diversos compuestos que con el tiempo degradan la microbiota del suelo e incluso pueden contaminar los mantos acuíferos subterráneos. Esto resulta en pérdida de fertilidad y debilita la resistencia de las plantas a plagas y enfermedades. Los agricultores pueden utilizar los microorganismos de montaña para reincorporar la vida que se pierden a lo largo del proceso, además de apoyarse del trabajo que estos realizan de forma natural para fortalecer sus sistemas de producción, luchar contra plagas y enfermedades, mientras realizan prácticas agrícolas que ayudan a conservar y regenerar los terrenos de cultivo. Esta tecnología también ayuda a hacer solubles los nutrientes para que las plantas puedan absorberlos de forma más eficiente, lo que requiere utilizar menos fertilizantes y así reducir los costos de producción. “Uno de los retos de la agricultura es producir más con menos recursos y utilizar menos espacio”, agrega Fernanda.

Reproducir esta tecnología es un proceso sencillo y de bajo costo. El proceso inicia con la recolección de los microorganismos en un bosque cercano, Fernanda confiesa que eligió este lugar específico porque solía frecuentarlo cuando era niña. Luego de subir una montaña por unos minutos ella se detiene bajo un árbol a mover con una pala la hojarasca, en esta materia se puede ver una red de fibras blancas, son hongos. Ella está segura que, aunque no los pueda ver, en esa pequeña muestra hay muchos otros organismos. La broza que recolecta pasará por un proceso de fermentación que dura unos 45 días, mezclando la materia orgánica recolectada en el bosque con una mezcla de afrecho, cascarilla de arroz, melaza y leche. La estación en la que Fernanda está desarrollando el cultivo para su investigación está conformada por dos cubetas de 20 litros, una para la fase sólida inicial y otra para la fase líquida, donde se produce un fluido viscoso con olor a vinagre, estos son los microorganismos activados y listos para su aplicación en el suelo de cultivo.

Como una forma de devolver los conocimientos adquiridos como participante del Proyecto Puentes de USAID y sus socios implementadores, ella está desarrollando su investigación en las instalaciones de la Escuela Agrícola del proyecto donde ha encontrado el apoyo de sus facilitadores. Ella tiene el objetivo de utilizar sus hallazgos para compartir esta herramienta con otros participantes y comenzar a incluir esta práctica como alternativa para el cuidado y conservación de los suelos. “Mi intención es que esta tecnología sea conocida y que más productores la puedan aplicar” dice.

 

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