Producción tecnológica y raíces ancestrales

Los resultados del último censo de población y vivienda del 20181 muestran que el 88% de la población total en el municipio de Todos Santos Cuchumatán en Huehuetenango, se considera como Maya; de ellos, el 99% se identifica como parte de la comunidad lingüística Mam. Los habitantes del municipio constantemente se ven asediados por los efectos de la marcada pobreza que existe en la región, según el diagnóstico de Desarrollo Económico Local, publicado en 20162 por el Proyecto Nexos Locales de USAID, 9 de cada 10 personas viven en condición de pobreza, de estos, 4 son pobres extremos. A esto se agrega el hecho que solamente el 3% de la población local concluye sus estudios a nivel diversificado, esto puede ser especialmente dañino para la población joven, limitando sus oportunidades de acceso a empleo formal, haciendo más difícil romper el ciclo de la pobreza y ocasionando que constantemente se sientan obligados a considerar la migración interna y externa como una vía para generar ingresos.

La historia de Francisca Lucas, una jóven Mam de 18 años de edad, muestra muchos puntos de coincidencia con los efectos de la realidad que se vive todos los días en Todos Santos Cuchumatán; actualmente trabaja como niñera y viene de una familia que durante múltiples generaciones ha encontrado en la agricultura una fuente de subsistencia. Como muchos indígenas, ella realiza esfuerzos constantes para preservar su herencia cultural, especialmente dentro de su seno familiar y balancear esto con un mundo cada vez más pequeño, conectado y aculturizado.

USAID, World Vision y las organizaciones socias, actualmente implementan el Proyecto Puentes, con el objetivo de brindar apoyo a jóvenes de 15 a 24 años de edad del altiplano occidental de Guatemala, a mejorar sus condiciones de vida y a estar preparados para alcanzar las metas que cada participante traza en su propio plan de vida. Para el proyecto también es importante mantener la relevancia en las creencias, costumbres y cosmovisión de los pueblos indígenas que mantienen vivas sus costumbres en el área de intervención.

“Me siento muy orgullosa de pertenecer al pueblo indígena ya que mis ancestros han generado mucho conocimiento agrícola, tales como el uso de las fases lunares, que han demostrado influir en la producción de cultivos, estimulando la rápida germinación o retrasándola si no se usa correctamente”.

Gracias a su abuelo, Francisca tuvo contacto y conoció las prácticas agrícolas desde muy temprana edad y actualmente, además de estar completando sus estudios de diversificado a través de los servicios de educación alternativa, también está recibiendo capacitación sobre agricultura bajo condiciones protegidas y nuevas tecnologías, ambos servicios ofrecidos por el Proyecto, lo cual le permite integrar los conocimientos y prácticas transmitidas intergeneracionalmente con técnicas actuales, eficientes y ambientalmente responsables.

Producción tecnológica y raíces ancestrales

“…en la tierra de nosotros, ellos (mis abuelos) sembraban, brócoli, coliflor, papa, milpa, un montón de cosechas. Entonces en este terreno había hongo, cuando nosotros sembramos tomate ya no dio fruto, por el hongo… mis abuelos no desinfectaban el suelo, en la Escuela Agrícola nos dijeron que hay que desinfectar el suelo primero y ahora con mis abuelos hacemos eso”, comparte Francisca, quien además de la capacitación también ha recibido apoyo para construir un macrotunel, donde pronto producirá tomates para comercializar en los mercados locales. De estos ingresos ella espera poder invertir de nuevo para construir un macrotúnel adicional y así duplicar su producción.
Julio Domínguez, gerente ejes transversales, desde donde se trabaja el componente de pueblos indígenas e interculturalidad, explica que para el proyecto es importante ayudar a los participantes a encontrar las herramientas que les permitan proteger su patrimonio cultural y al mismo tiempo acceder a capacitación congruente con las necesidades del mercado actual “La combinación del conocimiento ancestral con las nuevas tecnologías, hacen que las generaciones jóvenes fortalezcan su identidad, evidenciando la importancia que tiene para mejorar aspectos como convivencia comunitaria, productividad, incidencia, entre otras”.

La familia de Francisca ha sido testigo generacional de cómo las necesidades mínimas para producir han ido cambiando a lo largo del tiempo, derivado de elementos como el uso de la tierra y el clima; como le ha contado Bacilio, su abuelo: “los antepasados no utilizaban abono orgánico, ni fertilizantes ni venenos, esa tierra tenía mucha fuerza. En cambio ahora es diferente, para el tiempo de mis padres ya se utilizaba fertilizante, cada etapa de la vida cambia”. A través del apoyo recibido por USAID, World Vision y las organizaciones que implementan Proyecto Puentes, Francisca ha desarrollado una capacidad emprendedora que además es resiliente, construida sobre una fuerte base de conocimiento ancestral relevante para nuestros tiempos, o en palabras de Francisca: “Me siento orgullosa de ser indígena, porque de los indígenas pueden aprender los ladinos”.

Producción tecnológica y raíces ancestrales